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¡Los suelos sanos tienen ese ... qué sé yo!

"La salud del suelo es esencial para la salud humana, y su olor es la promesa de una vida abundante y sana para nosotros y para las generaciones futuras"

Hace no muchos días tuvimos la fortuna de recorrer las tierras altas de Támesis intentando conocer la biología de sus suelos. Viajamos bajo el marco de un proyecto de cooperación científica entre la Universidad EAFIT, SaBio, Cartama, la El Globo Reserva Natural y Comfama a través del Agroparque Biosuroeste.


Nuestro proyecto busca explorar las redes tróficas del suelo, esa maraña de interacciones entre microorganismos (bacterias, hongos, microinvertebrados, entre muchos otros) que viabiliza, cuando en sano estado, el flujo de nutrientes y energía para permitirle a las plantas crecer a su máximo potencial.


Para mapear el estado de salud de los suelos que exploramos, el primer paso ante cada muestra fue realizar una prueba con todos los sentidos, incluyendo el olfato y el gusto (Hans Jenny, uno de los padres de las ciencias del suelo, abogaba por el consumo diario de suelo en pro de la salud humana; vivió hasta los 92 años).


Poco tardamos en notar que al oler y gustar aquellos suelos que obteníamos de ecosistemas maduros, diversos y ecológicamente complejos, en otras palabras, "sanos", sentíamos cierta ... ¿euforia?


En este blog, compartimos lo que entendimos al regresar a la ciudad. El olor del suelo puede tener un efecto poderoso en nuestras emociones y estados de ánimo. Los estudios han demostrado que los olores terrosos del suelo pueden reducir la ansiedad y el estrés, y mejorar nuestro bienestar emocional en general.


Un refuerzo sobre nuestra convicción de que un suelo sano es uno de los eslabones fundacionales de la visión de unasalud (onehealth), el punto de partida para fomentar la salud humana, animal y ambiental.


Resumen de contenidos:


 

La relación entre la salud del suelo y salud humana.


La evidencia sobre el impacto de la salud del suelo en la salud humana crece día a día.


El año pasado, David Montgomery y colaboradores publicaron una comparación preliminar entre los perfiles nutricionales de alimentos cultivados en suelos regenerativos contrastados con los mismos productos obtenidos de sistemas convencionales. Crecer en suelos en regeneración resultaba consistentemente en alimentos con mayor contenido de micronutrientes y fitoquímicos benéficos, en otras palabras, más nutritivos.



El Suelo Sano y las emociones.


Los suelos sanos pueden tener también un efecto positivo en nuestro estado emocional.


El olor de los suelos sanos, esa fragancia terrosa con tonos de moho, se compone principalmente de geosmina y metilo de isoborneol. En el 2017, investigadores koreanos demonstraron que ambos compuestos, al ser inhalados, podían alterar la actividad cerebral induciendo estados de calma.

Ese mismo grupo de investigación, buscando entender el mecanismo terapéutico de los suelos, encontró el año pasado que el manipular suelos que contuviesen la bacteria Streptomyces rimosus, un productor natural de ambos compuestos, podía aumentar la concentración en la sangre del neurotransmisor serotonina, o intensificar las ondas cerebrales alfa, aquellas asociadas a estados de calma y claridad.


Streptomyces rimosus era ya famoso en el ámbito de salud, pues esta bacteria normalmente presente en los suelos, fue en los años 1940's una de las fuentes para el descubrimiento de las tetraciclinas, antibióticos de crucial importancia. El papel neuromodulador de los compuestos volátiles que esta bacteria produce en los suelos expande sus contribuciones al bienestar humano.


Otros microorganismos del suelo han sido anteriormente asociados con la inducción de la producción de serotonina, neurotrasmisor vinculado con la modulación del estado del ánimo y el aprendizaje (entre muchas otras funciones).


Mycobacterium vaccae, añadida a suelos manipulados por voluntarios humanos, tuvo un efecto similar al que describimos ya para Streptomyces rimosus en la reducción del estrés y el aumento en las ondas cerebrales alfa. Pero Mycobacterium vaccae ya había demostrado sus virtudes en la modulación del sistema nervioso. Vacunas basadas en esta bacteria logran controlar la inflamación en ratones y ratas, y a través de su regulación del sistema inmune inducen la producción de serotonina en estos animales.


El efecto neuromodulador de los compuestos volátiles producidos por Mycobacterium vaccae (distintos a la geosmina) evidencia que no es necesario inyectarla, pues sus contribuciones pueden percibirse con tan solo inhalarla.



 

La hipótesis de los viejos amigos


La conexión entre inflamación y el estado emocional revelada por Mycobacteria vaccae nos lleva a enlazar la salud del suelo con la salud de la microbiota humana.


La «hipótesis de la higiene», reformulada como la «hipótesis de los viejos amigos», nos dice que la disminución en nuestra exposición a microorganismos ambientales durante la infancia resulta en desequilibrios ecológicos (disbiosis) en nuestra microbiota intestinal, esa compleja comunidad microbiana que habita en el intestino humano y que hace parte fundamental de nuestra biología.


El desequilibrio hace que el sistema inmune se desarrolle de manera inadecuada, aumentando la probabilidad de desencadenar procesos de inflamación crónica asociados a afecciones como la enfermedad del colon irritable, la enfermedad de Crohn, y el asma.



 

El tratamiento que le damos a los suelos puede estar impactando nuestra salud mental.


Uno de los hallazgos más sorprendentes del estudio de la microbiota humana es la estrecha relación que existe entre el sistema gastrointestinal y el sistema nervioso, lo que se ha llegado a denominar como el eje intestino-cerebro.


La evidencia disponible comienza a asociar los desequilibrios en la microbiota intestinal también con afectaciones neuroinflamatorias como la esclerosis múltiple, el mal de Parkinson e incluso el Alzheimer.


Aunque algunos herbicidas se consideren relativamente inocuos para los humanos con base en su direccionamiento a rutas metabólicas no disponibles en nuestros genes. Esta visión cambia cuando consideramos al humano como un holobionte, una asociación íntima entre nosotros y los múltiples microorganismos que en nosotros habitan y que con nosotros evolucionan.


El glifosato, por ejemplo, ataca una ruta metabólica crucial para las plantas, pero la cual también es utilizada por múltiples grupos de microorganismos. Entre los miembros de nuestra microbiota más sensibles al glifosato se encuentran los géneros Lactobacillus y Bacteroides. Ambos grupos participan de manera directa en la producción de compuestos que moderan la inflamación y la ansiedad.


Recientemente un grupo de investigadores canadienses notaron a nivel norteamericano la correlación entre las tendencias en la prevalencia de ansiedad en jóvenes y las tendencias en el uso del glifosato, hipotetizando a través del entendimiento mecanístico del impacto del glifosato sobre la microbiota intestinal, y de esta última sobre el desarrollo neuroinmune humano, que la conexión puede ser más que correlacional.



Con nuestro proyecto buscamos entender qué constituye un suelo sano en nuestro contexto colombiano, con miras a identificar rutas de regeneración para suelos degradados. Aunque apenas inicie nuestra exploración de las características que definen un suelo sano, al sentir sus efectos en nuestro propio bienestar, empezamos a entender la conexión de su salud con la nuestra.


¡Únete a nosotros en la regeneración. Juntos, podemos crear un futuro mejor para nuestras comunidades y el planeta!


''Esencialmente, toda la vida depende del suelo''.


* Nicolás Pinel es profesor asociado del Área de Sistemas Naturales y Sostenibilidad en la Escuela de Ciencias Aplicadas y de la Universidad EAFIT. El proyecto citado es financiado por la Universidad EAFIT a través de la primera convocatoria de proyectos Biosuroeste bajo el convenio marco especial de cooperación suscrito entre la Corporación Biosuroeste y la Universidad EAFIT.


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